¡Esas lesbianas del siglo XIX!

Obra ‘Dos mujeres tahitianas’, de Paul Gauguin

Ahora que entra en vigor la nueva Ley del Aborto en España, me produce un sopor inmenso ver a tantos hombres en la palestra pública hablando de embarazos interrumpidos. Ellos parecen saber mucho mejor que nosotras qué se siente que no te venga la regla en la fecha que le tocaba.

Siempre me ha causado curiosidad esa sabiduría masculina erigida como máxima sentencia sobre la salud femenina, las decisiones femeninas, la cordura femenina, la psiquis femenina y la madurez femenina.

Así que,  bostezando como estaba mientras trataba de entender los alcances de la nueva Ley, me encontré con una historia de esas que da gusto topar en la prensa. Se titula Mujer contra mujer y explica un caso ocurrido en 1802. Resulta que Juana María y Martina fueron acusadas  por mantener «relaciones unisexuales, contranaturales y subnormales«. Pero lo mejor no era el lesbianismo expreso, sino que a Juana María se le ocurrió decir ante el juez  que Martina tenía un pequeño pene que salía a flote cuando llegaba la hora del amor.

Todo esto cayó muy mal entre jueces y vecinos, como ya intuimos. 1802 no era un año apropiado para declarar tu amor por otra fémina y mucho menos, para insinuar que su clítoris era una delicia.

Detalles eróticos aparte, la historia me encantó porque nos retrata como sociedad: «mientras hagas tus cochinadas de puertas para adentro, no nos importan; pero si las vuelves públicas, te haremos trizas».

¡Ay mis queridas Juana María y Martina! Pensar que dos siglos después muchas mujeres como ustedes tienen que seguir dando mil explicaciones sobre qué hacen con sus cuerpos. Justificar por ejemplo, por qué no quieren ser madres y explicar, al mismo tiempo, que se sienten fatal averiguando cómo abortar. O justificarse ante la familia si les gusta otra señorita y dar a entender al barrio que sí, que pagan el alquiler juntas y que no andan borrachas cada fin de semana como muchos imaginan.

O en otros rincones del mundo preguntarse por qué tienen que hacerse la ablación, aunque no estén de acuerdo; o plantarle cara a la profesora y explicarle que no, que no pueden seguir en el colegio porque ya la  tienen destinada a un señor.

O demostrar con pruebas irrefutables que sí, que el marido les pega. O rendirle cuentas a una sociedad de si se viste con niqab o con falda de tal o cual corte o como le dé la gana porque resulta que nadie la obliga…

¡En fin! que mis chicas de 1802 me dejaron pensando en las tantas del siglo XXI que por cada paso dado tienen que retroceder diez para  que las entiendan.

Si le interesa la historia de Juana María y Martina y otras anécdotas históricas igual de apasionantes, le recomiendo este blog: Vitae dissolutae

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